Cortijo 1963

Venancio Sánchez Marín

Aulas, 9 de noviembre de 1963

La mítica era sustituida por la explicación racional. La situación que el tremendismo había expuesto no era una realidad fatal, absoluta e imperecedera; esta situación poseía unas causas determinantes, fácilmente destacables en cuanto se emprendía un análisis coherente y riguroso de la realidad histórica. Tras largos años de paisajismo, tremendismo y expresionismo negro ahora asistimos también a una inusitada floración de este tipo de realismo. Cortijo es, a la vista de la exposición celebrada en Quixote, uno de los más importantes de dicha tendencia.

Sus anteriores grabados y dibujos de Estampa Popular no daban idea exacta de su valía. Ha sido necesario ver estas pinturas para poder apreciar la indudable importancia que Cortijo ha de tener en el renacimiento del realismo. En principio, puede hablarse a propósito de este joven pintor de pintura testimonial. Más esta noción debe precisarse. Cortijo no representa gente pobre, sino personajes de clases inferiores -a este respecto su galería es impresionante- que tienen conciencia de clase; no representa motivos más o menos anecdóticos ni busca un efectismo melodramático que haga grata la percepción de sus obras. El empleo de fondos plásticos, de colores sin matizar, y la precisión fotográfica en los rasgos de las figuras, en el tono de los colores con que están realizadas -tonos que en algunos momentos recuerda a Rembrandt- tiende a eliminar todo aquello que pudiera banalizar la imagen; elimina igualmente todo lo que pueda mitificarla y hace de las figuras personajes rigurosamente históricos, reflejo y resultado de una realidad objetiva. En ningún instante se recurre a rasgos personales (sic) como elementos definitorios, se pretende ofrecer siempre una interpretación racional y útil.

Como hemos sugerido, la maestría de Cortijo es muy grande. Existe una perfección formal que puede llevarle a ciertos amaneramientos, sobre todo merced a la superficialidad escénica que se apunta en algunas de sus telas más efectistas -tal puede ser el caso de “El piñonero”- y demasiado fotográficas. Nosotros pediríamos a Cortijo una mayor sobriedad y contención. A propósito de todo esto, algunos han hablado de Quirós. Evidentemente, Cortijo conoce a Quirós y utiliza algunas de sus formas, pero la diferencia de sentido es tan notable que casi no vale la pena señalarlas; mientras que Quirós se sirve de su virtuosismo para alumbrar un mundo fantástico y fantasmagórico, el pintor sevillano se acerca con ojo crítico a la realidad.