Cortijo, en Información y Turismo 1957

Manuel Olmedo

ABC, 8 de diciembre de 1957

Francisco Cortijo, pintor formado básicamente en la Escuela Superior de Bellas Artes de Santa Isabel de Hungría, conspicuo miembro, hasta hace poco, de la llamada Joven Escuela Sevillana, marchó a Madrid, tierra de promisión para muchos artistas, y de allí nos trae ahora a la sala de exposiciones de la Delegación de Información y Turismo un conjunto de sus producciones más recientes, que denotan una considerable evolución, o, por mejor decir, una notable mudanza en los modos expresivos empleados por el inquieto artista, quien conserva en la exposición, como muestra de su etapa anterior, una cabeza de tamaño mayor que el natural, de expresión y proporciones normales, modelada con rojo y verde.

Las nuevas realizaciones de Cortijo participan de dos tendencias madres, de dos corrientes nutricias de la moderna plástica europea: el cubismo sintético y el expresionismo.

El sentido geométrico simplista, del primero de los sistemas citados se patentiza principalmente en las naturalezas muertas, en las que los objetos se reducen a escuetos planos y líneas.

También vemos aplicadas las fórmulas geometrales a determinadas figuras, no sólo con la intención de crear imágenes sumarias, sino con un propósito analítico de disección formal.

En otros casos, el modelado se ajusta a cánones más clásicos, y está realizado con un sentido de la corporeidad tan acendrado, que llega al extremo de la producción del relieve natural, elaborado con tiza y cola, sobrepintadas con óleo.

Blanco, negro, gris, con alguna nota roja aislada, son las coloraciones predominantes en la obra de Cortijo, entre cuyas figuras hay seres deformes, monstruosos, de cráneos rasurados y ojos vacíos, criaturas de un mundo teratológico, alucinantes, estremecedoras, y, junto a ellas, otras más humanas, más normales, pero también con signos de infortunio, de lacras físicas y espirituales.

Expresionismo desagradable, sombrío, áspero, patético, angustiosa, punzante, el de este pintor riparógrafo (sic), que parece identificarse plenamente con la idea de los que creadores de la mentada tendencia artística, que nació como protesta de la injusticia y de la tragedia del destino humano.

Los motivos de estas obras no son meros medios para edificar una arquitectura plástica, ni simples pretextos para elucubraciones pictóricas; lo importante -empleamos palabras de los definidores del movimiento expresionista-, es el estado emotivo del pintor, y todos los elementos del cuadro deben concurrir, pues, decisivamente, a intensificar la exteriorización de esa emoción.

El color, por ejemplo, no vivirá únicamente por una relación de esencia decorativa, sino que tendrá una expresión propia, dramática, que contribuya a hacer más intenso el caracterismo (sic) patético de la representación.

Junto a la colección de pinturas comentadas, Francisco Cortijo presenta una serie de dibujos muy sintéticos, representativos de figuras sedentes, cuyo diseño responde invariable y monótonamente a un sentido de deformación expresiva, traducido en sistemático agigantamiento de manos, piernas y pies, situados en primeros términos.

Señalemos, por último, la preocupación por la búsqueda de calidades materiales de epidérmicos efectos, patente en la totalidad de la muestra.