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¡Yo conocí a un hombre de talento…que reía! Fundación Aparejadores Fundación Aparejadores. Sevilla 2000

Presentación

Jaime Raynaud Soto
Presidente de la Fundación Aparejadores

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Tras su muerte en 1996, la obra de Francisco Cortijo ha desaparecido del mundo expositivo por expreso deseo de su familia, que ha optado por el silencio sobre su obra y al mismo tiempo dedicarse a clasificar tan ingente legado.

Como punto de ruptura de ese tiempo de silencio, sus herederos han decidido que, después de tres largos años, aparezca al público ese oculto mundo creativo que nos dejó el pintor, pero en un marco no ligado al mundo del mercado de arte, como es la Fundación Aparejadores, su presentación en la Sala de la Fundación Aparejadores es una especie de rito que la familia del pintor considera necesario y previo a un nuevo lanzamiento en las Galerías de Arte, decisión en la que ha sido determinante el nivel adquirido por Fundación Aparejadores en el ámbito del arte contemporáneo en Sevilla, como reconoció un titular en la prensa sevillana: “la Fundación Aparejadores se ha convertido en una entidad clave para hablar de las nuevas tendencias artísticas en Sevilla”. Estamos seguros que en ellas, en las nuevas tendencias, tendrá una magnífica acogida esta exposición de Francisco Cortijo.

Nacido en Sevilla en 1936 y fallecido en Madrid en 1996, es uno de los más completos artistas plásticos contemporáneos en el más amplio sentido de la palabra, pues dominó, además de la pintura, el grabado, el dibujo, la cerámica…

Realizó sus estudios en la Escuela de Bellas Artes de Sevilla, donde adquirió al par que una titulación, una especial aversión a lo académico, algo que el mundo de la pintura oficial hispalense nunca le perdonó.

Su primera exposición la realiza en Sevilla, en 1954. Tras ella expone en Madrid, Bilbao, Londres, París, ampliando estudios en Madrid y París. Una exposición en la Galería Quixote de Madrid, el año 1963, le supone el reconocimiento de su categoría artística: en los primeros días sus obras son adquiridas para importantes colecciones de España, Italia, Francia y Estados Unidos… a partir de entonces será figura primordial en el mundo del “realismo expresionista”.

Profundo conocedor de su oficio, el dominio de las distintas técnicas plásticas le permite una libertad de expresión poco común en la pintura contemporánea. En este sentido, continua la tradición de los grandes maestros, así lo afirmó el crítico Manuel Conde: “El expresionismo de Cortijo es realista, es decir, de aproximación a la realidad inmediata…” es un expresionista muy cercano al realismo mágico de un Zurbarán, un Valdés Leal o un ribera…” Igualmente se expresa la crítica Ana Guasch, en 1986, cuando dice que: “Cortijo se enraíza profundamente en un mundo sevillano, en la tradición de la Sevilla del Siglo de Oro…”, aunque en su última etapa sus referencias beben en las raíces de Cézanne, Matisse y Morandi y como ellos y, por supuesto como Velázquez y Zurbarán, no reproduce la realidad, no mimetiza a sus modelos, los ritualiza, despojándolos de todos sus rasgos superficiales…

Su rica personalidad está presente en su obra, así dice de él con motivo de una exposición de grabados en el Museo de Arte Contemporáneo de Sevilla, Víctor Pérez Escolano: “Cortijo sabe utilizar el pincel, el lápiz o el buril, lo ha aprendido y lo practica en sesión continua. ¿Por qué lo hace?, pues sencillamente porque le da la gana; y véase en la expresión no su aspecto de desfachatez sino su más estricto sentido literal”.

En su obra, además de esa pasión artística incontenible, late un compromiso profundo: una voluntad de servir de cauce expresivo a su pueblo. En relación con ello escribió Valeriano Bozal: “La expresión objetiva de los paisajes suburbanos significa, primero, el perfecto conocimiento de ese medio –cosa que se adquiere con la convivencia y el amor- después la comprensión de sus razones, la conversión de ese contorno en medio de una clase…”. En ese sentido, el antes citado Manuel Conde dice en “Guadalimar”: “Francisco Cortijo es un hombre del pueblo andaluz, pero no hombre tópico, si no personaje que se siente comprometido en la empresa de revelar, con su concreto lenguaje de pintor, esa atroz protoforma de existencia que se produce en los núcleos suburbanos y rurales del sur; esos ámbitos sordos, donde la palabra Esperanza es solo un nombre de mujer famélica…” Este compromiso hizo de su pintura un arma más al servicio de su lucha política.

El dominio de la técnica, especialmente en el dibujo, haría de los retratos y sobre todo de sus autorretratos, lo que en esta exposición podemos ver, lo que diría Andrés Amorós: “En el rostro de un hombre está el mundo entero, con su complejidad y su misterio. Los dibujos de Francisco Cortijo nos lo hacen ver con nitidez […]. Bajo la aparente semejanza de estos dibujos, es inmensa su variedad: humana y estética, varias veces, Cortijo se complace en el sfumatto misterioso de la boca como su gran ídolo, Leonardo; en otras, se nos aparecen esos rostros, como señaló Ortega en Velázquez. En algunos casos, inicia Cortijo un perfil delicadísimo, a la manera de los florentinos, y lo deja inacabado…”.

De entre todas las definiciones de Cortijo, elegimos como la más exacta la de Ana Guasch, con motivo de la exposición del pintor en Barcelona en 1986: “a lo largo de su trayectoria artística Cortijo ha hecho una pintura hermosa, una pintura que no quería mentir, que no quería ser una exhibición de belleza, que pasaba de largo de lo artificial y de lo falso, que buscaba la expresión y la verdad…”.

Jaime Raynaud Soto
Presidente de Fundación Aparejadores

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Autorretrato de mi padre

Ana María Cortijo

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Nunca pensamos que una personalidad siempre abierta a lo nuevo, al cambio, al futuro, siempre joven, siempre fuerte, no fuera a acompañarnos en la entrada al nuevo milenio.

Pasados tres años de la muerte de mi padre, mi hermana, mi madre y yo hemos querido empezar un camino que permita que su personalidad (creativa en el sentido intrínseco de la palabra), su trabajo (siempre ligado a su vida de la manera más natural) y su generosidad (como maestro, como amigo, como abuelo, padre y marido) no sea un legado solo nuestro.

Mi padre nos enseñó que se puede ser independiente, crítico, que hay que luchar por lo que quieres, que hay que ser siempre fuertes. Que se pueden cambiar las cosas y no perder el sentido del humor. Un grabado suyo de los años 70 lleva el título “Yo conocí a un hombre de talento…que reía”. Esta frase contiene la esencia de su personalidad y para nosotros ese es su legado.

Es por ello que hemos querido que sea él quien desde sus pinturas, grabados, y dibujos (casi todos ellos inéditos) marque el comienzo de este nuevo proyecto.

“Autorretrato de mi Padre” es un título de una de las pinturas que se muestran en la exposición, donde el parecido con su padre (Bernabé) es notable. Papá no solía pintar autorretratos, solo lo hacía en las raras ocasiones en las que no tenía modelo disponible: días de fiesta o celebraciones familiares, cuando sobre todo mi madre, su modelo favorita, estaba ocupada preparando la cena de Navidad o se encontraba enferma (en uno de los dibujos aparece una nota: “9, primer día de pastillas nuevas de Lolita”). El título “Autorretrato de mi Padre” tuvo éxito y lo hemos visto reproducido en varias ocasiones acompañando las obras de algunos artistas contemporáneos.

Esta primera exposición en la Fundación Aparejadores quiere ser una bienvenida juntos al Nuevo Milenio y el comienzo de lo que en el futuro próximo van a ser la Fundación Francisco y Lola Cortijo y el Museo que recoja su obra.

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Fotografías: Cien x Cien
Retrato de Lola y Francisco Cortijo: Juan Dolcet
Impresión: Gráficas Orient S. A.
Diseño y maquetación del catálogo: Cortijo y Asociados
Diseño del montaje de la exposición: Cortijo y Asociados
Grafismo de la exposición: L.T.C.
Sevilla, enero de 2000