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Cortijo Galería Quixote. Madrid, 1968-69 Madrid 1968 Descargar


CORTIJO EN MADRID

Rafael del Zarco

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Otra vez Cortijo en Madrid. Hace años que no habíamos visto sus cuadros. Cortijo que es pródigo, generoso en todo, es avaro de sus pinturas. Como una llueca, antigua, las echa al mundo, separadas, diferentes, y luego las empolla con todo el calor de su humanidad, preciosándolas día tras día, hasta que, así es la rosa, ya no cabe acariciarlos más. Cuando ya no puede más -¡ya no podemos más!- entonces las saca, a la libre plaza del mundo, que esto es una exposición.

Estoy diciendo que una exposición de Cortijo tiene mucho de alumbramiento: inexorable, temible, alucinante, agotador, aparatoso, aplastante… Todos, estos adjetivos y más le pertenecen en propiedad. De manera que, después de confiar en Dios, a última hora siempre será “el llorar y crujir de dientes”…

Porque es así y no de otra manera, aquí estoy, a cuatro fechas de la inauguración anunciada, improvisando estas líneas a contra reloj, contra fotógrafo, contra fotograbados, sobre el cinc de las cajas de la misma imprenta. Que es ley de las imprentas vivir y trabajar en estado de gracia, y haciendo milagros un día si y el otro también.

-¿Para cuando este catalogo?

-Si pudiese estar mañana…

-¿¡Mañana!?

-Aunque fuese por la tarde…

EL ESPEJO DE STHENDAL

La verdad es que este prólogo estaba reservado para un escritor. Se había pensado en Alfonso Sastre, Moreno Galván, Grosso…Pero los cuadros se encontraban en Sevilla, después, de camino, y luego en Madrid.  (Madrid, sirte y laberinto. Dentro de poco nos despedirá la familia para ir de Atocha a la Moncloa.) Y como las agencias de transportes están en el “cinturón”… Por ello ha sido imposible escribir prólogo alguno por parte de las autorizadas plumas que gustosamente habrían aceptado elogiar las esencias y cualidades de la obra del pintor de Sevilla (tan secretos los cuadros, tan ignorados los temas y facetas últimas de la pintura al día de nuestro Cortijo).

Ahora que acaban de llegar los cuadros, así pensando, corriendo, galeoto único y forzoso, ¿Qué decir, como llenar, con ordenado rigor, las cuatro páginas reservadas, las manchas vacías que aquí al lado, resoplantes, impacientes las linotipias, están aguardando para cerrar el impreso? Pues, eso pregunto yo. Y allá vamos…

En primer lugar he de decir que Cortijo sigue remontando la empinada cuesta que eligió para su creación. Y que cada vez pinta mejor, más desprendido de convenciones. Que dice lo que quiere decir, como lo hacia el espejo de Sthendal o como lo haría un romántico a lo Alenza que de una autocuchillada aparatosa nos vaciase la abundancia de su corazón sobre la mesa de consejo.

Después. Añadiremos que Cortijo viene a confirmar la postura estoica que sostuvimos hace algunos años en momentos de bautizo y charanga informalista afirmando que la pintura transcendental, el arte de pintar sería difícil o no sería arte.  Que no podía ser una improvisada y arbitraría moda, manejada por unos cuantos mascarones, don lindos, modistillas o deslumbrados “parvenus”, como el catedrático murciano que en un discurso en la Escuela de Pintura pedía a los profesores que no retrasasen ni un momento tener al día a los alumnos y “enseñarles el abstracto”… Y que toda la balumba de formulas de la nueva informal academia: Marmolería, cielogrequismo, esmaltería, nieblas, ferrallismo, hierro cromagnónico, cedacería, etc., etc., por mucho judío tonto y con dinero encandilado debajo las faldillas del Gargantúa, estaba destinado al Rastro. Por mucha bendición ultraatlántica “gug-genheimica” que nos azote, por mucha droga que busque confundirnos, desnudarlos y echamos a la alfombra del ambiguo Dionisios.

RELOJ DEL TIEMPO

Contra esta trastería –de trasto- a la que el arte actual se precipita, atiborrando los espacios, “integrando las artes”, con la más torpe y zafia artesanía, que el mundo ha conocido desde Adán al presente, defendíamos un arte radicado en la circunstancia histórica, heredera de todas las valiosas tradiciones de técnica y oficio, dialécticamente progresivo, que interrogase y diese respuesta plástica, acorde con la problemática de nuestra hora. Quiere decir un arte que pertenece cumplir a este ser cerebral, definidor de formas, que es el artista, que marca e ilustra con sus imágenes las avenidas y canales por las que ha de discurrir la cultura del hombre.

Cortijo nos afirma, aun afirmando por negación, que la salud formal del hombre es insustituible. Que el arte de pintar está unido, dándole anima a la forma y figura del ser humano. Que pintar es crónica histórica. Velázquez, Goya, o Solana son hora exactas, relojes en el tiempo. La historia es testificación y documento. Quien no vivió, no vio el hecho; quien no estaba allí, aquí, no sirve de testimonio. Repetimos que Cortijo está aquí, como cumple a un pintor de su tiempo. No para pintar musarañas, marmolillos, bolillos de acerico, “hierros fuerza”, u otras divagaciones “made in” arte por el arte…Cortijo pinta a los hombres. Y los hombres, y las criaturas de Cortijo están también aquí, delante de nosotros, para, como dijo el poeta: “Ahora vuelvo a mi ser, torno a mi obra más inmortal: Aquella fiesta brava del vivir y el morir. Lo demás sobra.” 

LA PEQUEÑA HISTORIA

Para quitar grave a la prosa anterior, voy a añadir en obsequio a los biografistas de la pequeña historia de nuestra pintura, una vivencia que ocurrió hace ya muchos años y que nos ilustra sobre la persona fundamental de nuestro Francisco Cortijo.

Un día lejano , Cortijo tendría diez años, en su infancia de chiquillo de clase trabajadora, las necesidades de su medio le obligan a uncirse a un trabajo humilde, en el que asistirá a su padre, que tenía el mismo oficio que aquel Fígaro de Sevilla que inmortalizó Rossini en su opera famosa.

Aun sujeto a la gleba del servil trabajo, el muchacho que ya sabía que quería ser pintor y preparaba su ingreso en la escuela de santa Isabel, no deja ni un instante sus papeles, lápices, y pinturas, adquiridas con los dinerillos que caían en sus manos.

Y aquí entra en escena el “instrumento de la fatalidad”, en forma de señorito andaluz, señorito “enterao”, dicharachero, sabelotodo y sentencioso que ya viene hace muchos días provocando la ocasión de que le muestren los dibujos, los “cuadros” del aprendiz… y acto seguido, la sentencia, de juicio sumarísimo.

-¡Ezo no vale ná. Quitate niño. Ezo zon adefezios!…

-Don Fernando, que es mi hijo. Mírelo con buenos ojos…

-Zi ez para pintó. ¡lo puen enterrá!

Así hablo el “enterao”, que apoltronado en su sillón estaba dispuesto a continuar arreglando el mundo con sus graciosidades. Solo el aprendiz Cortijo no estaba dispuesta a admitirlas. ¿Cómo aquel señorito lenguaraz y paseante en corte se permitía aplastar las ilusiones de su redención? ¿Cómo decirle que su voluntad de ser pintor, como los del Museo de Sevilla, no había fuerza que lo contuviera? ¿Cómo dejar bien claro que, para nadie, no hubiera lugar a dudas, que su destino de pintor estaba más derecho y real que la vecina Giralda? ¿Cómo?… Resulta que allí en un rincón, sobre el encendido fogón de gas, estaba regurgiteando vapor la olla del agua caliente, del agua hirviendo… En ella puso sin quemarse, sus manos el aprendiz Cortijo y levantándola, la tiró llenita sobre la cabeza del señorito “enterao”… Y así, entre ayes y tempestad de blasfemias, salio corriendo para no volver más a la tienda el mozo Cortijo. ¡Salió corriendo hacia la pintura!

CORRIENDO HACIA LA PINTURA

 Y corriendo hacia la pintura aquí le tenemos con toda su humanidad, pero con el mismo corazón de chiquillo que escapaba a todo correr de los hombres que él no quería ser, hacía el hombre que él quería ser.

Todos los libros de un escritor, todos los cuadros de un pintor, son un solo libro, son un único cuadro: Su propia vida. Esto ocurre cuando el hombre, el artista no deja de ser él mismo, no es alienado, subyugado, desviado hacia vías muertas por las presiones deformantes de la circunstancia. La explicación de la fuerza creadora, expresiva, de Cortijo radica, a mi ver, en la autenticidad, fidelidad a su original pureza. El nació en una calle de Sevilla. Y sigue siendo de la calle. Ninguna de las bagatelas de la sociedad de consumo, la popularidad, el futbol, el televisor, Raphael, los pollos híbridos, etc., etcétera, son capaces de embrutecer su diafanidad visual. Pinta lo que él ve ahí delante, a través de sus ojos fríos y diamantinos. Que miran de frente, fijamente y se clavan en los ojos de la misma realidad, con una insistencia que muchas veces penetra hasta el hondo. ¿Por qué pinta, que quieren decirnos estas criaturas solitarias, abandonadas en sus mecedoras en la esquina del lejano suburbio? ¿ A que quiniela o lotería del disparate esperan estos toreros esperpénticos, desgarbados, que en la picardía sin límite de sus ojillos se les vé como están muy enterados de que otros tan misérrimos, analfabetos, rencos como ellos, andan milagrosamente por ahí, interpretando cuentos de hadas, alternado con la alta sociedad en cacerías  y aviones, cortijos y bodas de Camacho? ¿No es de las manos del Autor, del “Gran Teatro del Mundo” que ha salido este gran personaje que por gracia del juego esta haciendo el papel de arriba cuando con el mismo rostro, la misma voz podría representar cualquiera de los papeles de abajo”…

 OPERA OMNIA

La “opera Omnia” de Cortijo está en marcha y él mismo con sus pinturas inmediatas y futuras nos irá iluminando sobre lo que ahora nos parece ser y son ecuaciones e interrogantes. Todas estas figuras del mundo de Cortijo, las de ahora y las de antes, son personajes de una fábula, de una tragicomedia que, si crece, magnífica su dimensión hasta limites alucinantes, es precisamente porque tenemos pálpito, conciencia de que la dura circunstancia representada en ellas coincide con la de nuestras propias vidas.

Yo estoy seguro que las etapas futuras de Cortijo nos traerán personajes y horizontes nuevos. Con un rostro alegre y una ilusión encendida en la mirada. Hombres en pie, erguidas las figuras sobre un paisaje del que habrán desaparecido las chabolas, basuras, yermos y rastrojos.

Pero esto queda para el futuro. Para otras nuevas etapas del joven artista de Sevilla, Francisco Cortijo.

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Galería Quixote, Madrid

Diciembre-enero 1968-69

Catálogo

Dep. legal: M. 23.064-1968

Textos: Rafael del Zarco

Imprime: Nuevas Gráficas, S.A.