La satisfacción que me produce la redacción de estas líneas tiene que ver sobre todo con ese sentimiento, mezcla de excitación y sosiego, que nos produce la feliz realidad de que lo que hasta hace poco fue tan solo una idea – una intención – y la ilusión de llegar a ponerla en marcha.

Cuando Francisco Cortijo, recién constituido el actual gobierno municipal, tuvo a bien ofrecerme cuanto de su persona a su trabajo pudiera beneficiarse la ciudad, no hacía sino compartir la voluntad de nuestro Ayuntamiento por hacer partícipes y protagonistas de la vida cultural sevillana a todos aquellos que, como él, ha constituido el grueso de sus más activos creadores.

Con el tiempo, aquel interés compartido tomó cuerpo, dentro del programa «Sevilla en otoño», en el curso de Grabado y Litografía que ha impartido Francisco Cortijo en el monasterio de San Clemente, y de cuyo fruto no hay mejor muestra que la exposición a las que estas páginas sirven de catálogo.

A nadie puede escapar que tanto la elevada calidad y diversidad de orígenes de los artistas –Luis Gordillo, Oscar Manesi, Mitsuo Miura, Gerardo Aparicio y Antonio Gallo – que acompañaron a Cortijo durante el desarrollo del curso, así como su estructura y contenido, el alto número de alumnos o el aprovechamiento extraordinario que se reflejan en la exposición final, han hecho de esta iniciativa una actuación cultural de envergadura en el que el profundo trabajo practico en torno a determinadas técnicas de creación plásticas, se ha visto acompañado por una comunicación personal y artística tan sugerente como significativa.

La realidad de una nueva Sevilla Cultural, referente en nuestro país de la vitalidad y proyección e la cultura contemporánea es algo que sin duda compartimos todos los sevillanos. Estoy convencido de que indicativas como las que ha dado lugar a esta exposición pone más a nuestro alcance el cumplimiento de esa realidad.

Sevilla es una ciudad con una cultura propia muy rica, extensa y compleja que se ha ido creando a lo largo de una larguísima historia colectiva. Tiene todo el extenso ritual de la Semana Santa, omnipresente todo el año en la ciudad, también la feria, El Rocío, los toros; todo el denso mundo del folclore andaluz-gitano. Tiene el mar cercano y en un sentido especial de tiempo casi oriental, casi africano. Toda la misma ciudad con su enorme belleza es ya una cultura por sí misma. Sevilla, se ha dicho muchas veces, es una bella mujer que se mira en el espejo… ¿del pasado?

El problema ya antiguo en Sevilla no es una falta de cultura sino más bien como situar la ciudad en una cultura del presente sin que estalle por los aires la tradicional, la de siempre. Porque lo que sí es importante, pienso, ineludible, es abrirse a los ritmos del presente, a la realidad real, a la contemporaneidad (palabras más bien largas…)

La milagrosa persistencia de la Semana Santa es un fenómeno sociológicocultural complejísimo, misterioso y ¡tan digno de estudio! ¿Cómo ha podido mantenerse esta antigua tradición con la industrialización y con el auge de ideologías materialistas? Es este un ejemplo clarísimo de convivencia con el presente sin destrucción del pasado.

Si todo ha sido posible en el campo de la sociología cultural, ¿por qué no puede llegar a hacerse en el de la creatividad en el sentido estricto? Ese es un reto que merece la pena plantearse con imaginación y sin tirarse de los pelos. Habría que conseguir una vertebración cultural, hacer un esfuerzo de estructuración: un poner al día el esqueleto de lo simbólico… y dentro de este proyecto nada hay tan importante quizás, como la educación artística y concretando más, como la formación de posibles creadores.

El curso que sobre técnicas de grabado ha organizado mi amigo Francisco Cortijo con la ayuda del Ayuntamiento sevillano, que ha sido un gran éxito, es una experiencia ha tener en cuenta y a respetar. Se trata de un inicio, de una aventura; de un camino abierto que hay que observar con cariño y apoyar con futuras versiones.

Al margen de esos “objetivos pedagógicos” que todos los profesores universitarios (profesores de masas) perseguimos, el sentido último del magisterio de un pintor es escoger y favorecer el desarrollo de los que comparten su vocación, permitirle respirar desde su particularidades, crear una condiciones básica para el nacimiento y desarrollo de espacios interiores. Tirar la piedra que desencadena el alud. Esa es la misión, en el sentido más religioso o si se quiere místico de la palabra, de un maestro de arte. Crear espacios mentales para el pensamiento plástico.

Desde esta perspectiva he afrontado siempre el hecho docente. Tratando de escapar de la uniformidad media, tan cómoda para el docente pero tan peligrosa para el hecho creador.

Si bien los inconvenientes de la enseñanza universitaria (horarios, turnos, masificación, currículum,…) nos hace en muchas ocasiones muy difícil a profesores y alumnos salirnos de los márgenes de las exigencias oficiales, son iniciativas como la del Taller de Grabado del Ayuntamiento de Sevilla la que nos permite a ambos (alumnos y maestros) adentrarnos en el trabajo con toda la crudeza y dedicación que este requiere.

Parafraseando a Picasso, a grabar solo se pretende grabando, y esto es lo que se ha hecho con intensidad este mes de septiembre en el Monasterio de San Clemente.

Los participantes hemos de agradecer la sensibilidad que para apreciar esta circunstancia ha tenido el Ayuntamiento de Sevilla y las empresas patrocinadoras, y especialmente los profesores invitados del curso: Antonio Gallo, Óscar Manesi, Luis Gordillo, Gerardo, Aparicio, y Mitsuo Miura y los jóvenes artistas sin cuya colaboración realmente este curso no hubiera sido posible.