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El pintor sevillano Cortijo. Galería Quixote. Madrid, 1963 1963 Descargar


El pintor sevillano Cortijo

Federico J. Ontiveros, Arqto.

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Necesitaba pintar a prisa, vivir todas las técnicas, desintoxicarse de los academicismos. En el último año de su carrera triunfaba en la Escuela con un impresionismo rápido, con bocetos casi. Por dinero fácil hacía bodegones y paisajes realistas para un público limpio de todo arte. Hacía las más repulsivas caricaturas de cuadros barnizados de almíbar espeso, las más despiadadas críticas que de un estilo pueden hacerse. Por eso necesitaba gritar en largas pinceladas, huir en rápidos pasos de las perfecciones imitativas, de las simplificaciones al uso, de la fácil artesanía. Sus cuadros de entonces (los cuadros de evasión, hechos al margen de los tradicionales estudios) eran grandes globos multicolores que escapaban de dibujos formados por rizadas serpentinas. En su casa no había dinero para locuras y tuvo que fabricarse colores con polvos de droguería y aceite de cocina. Tuvo que pintar en sacos, en tableros viejos o en sábanas robadas a su madre. Hacía retratos a cambio de materiales. Esta serie de cuadros pasan de impresionismo a expresionismo, saltando por los más variados estilos. En el retrato que a mi me hizo se afianza ya una tendencia que no abandonará nunca.

Había colgado entonces sus obras en varias exposiciones de pintores jóvenes sevillanos y en el Club La Rábida. Si salida a Madrid fue con la colectiva “La joven pintura sevillana”, en el Ateneo madrileño. Poco después obtiene una beca para estudiar en Madrid. Recorre pensiones baratas donde muchas veces no le dejan pintar porque ensucia todo, Pintaba mucho a la cera, procedimiento barato y rápido, inventando técnicas de encáustica, quemando colores o aplicando directamente las barras ardiendo. El cuadro salía como una obra de alquimia entre borbotones, humo y llamaradas. . Le dejaba pintar en mi estudio a base de cubrir suelo, muebles y cuadros con papel de periódico. A veces servía de modelo para rápidos y vigorosos dibujos. Con los cuadros bajo el brazo recorría, de vendedor ambulante, las casas de gente conocida, de recomendados, de amigos de los amigos. Eran bodegones y paisajes que acusan la técnica de la cera, magníficos dibujos, retratos muy fuertes, hechas con líneas de color sueltas de los fondos.

Cortijo está en edad militar. Vida de cuartel, Almodóvar del Campo; desesperación, hambre, frío. Empieza a pintar abstracciones; “manchas de sangre sobre bilis amarilla, pintura vomitada sobre cartulinas. Traduzco al papel mis sentimientos con cáscaras de patata, envases de ‘Idelales’ y yeso blanco”. No estaba loco. “Tengo la cabeza sana e inteligente para pintar y el corazón borracho de sentir”.

Sevilla otra vez. Prepara una nueva exposición para Madrid que acaba quedándose en Sevilla, sala de Información y Turismo. Irrumpe a gritos en el expresionismo, pinta monstruos, locas, tuertos. Presentaba un desgarrador crucificado de grandes dimensiones. Colgó también el retrato mío y un perfil de María Dolores, que habría de ser su mujer y su más repetido modelo. Después de su boda marcha a Madrid. Hay una búsqueda por nuevas fórmulas, técnicas. Son lienzos muy depurados, pero faltos de personalidad. Acaba por no pintar. Con-Arcadio Blasco trabaja haciendo cerámicas y mosaicos. En Sevilla otra vez, realiza con Santiago del Campo grandes murales en cerámica. Se refugian en Mairena para intentar la aventura de la cerámica. Poco después se va a París. Allí trabaja, vende, estudia, pinta y encuentra una fórmula que podría resumirse en la frase “pintar despacio”. Al regreso expone esta pintura en Sevilla. Se trata de cuadros tratados con una inocencia y un cuidado propios del “aduanero”. Presentaba también cuadros más estudiados, más personales. Uno de ellos, “Tazas y desesperanza”, pintado sobre pan de oro, la adquirió el pintor Romero Ressendi.

Poco después comienza a hacer grabado con el Grupo Sevilla, reinventando técnicas e improvisando procedimientos de impresión. Pone así al desnudo su magnífico estilo de dibujante. Con cuadrado y Cristóbal, compañeros suyos, y otros jóvenes artistas expone en Sevilla, Madrid y Córdoba.

Cortijo vive ahora en una tranquila casa de Alcalá de Guadaíra. Pinta despacio pero incansablemente. Se aúnan l la fuerza expresiva y el cuidadoso tratamiento. Masas de extraña textura aparecen en el claroscuro de las formas contrastando con los fondos monocromos y planos. Vende. Sus cuadros van uno tras otro a colecciones prestigiosas, al extranjero. Se exponen en parís, Roma, Florencia y Venecia. En Londres presenta una docena de cuadros. Ninguno vuelve. Allí se queda una de sus mejores obras: “Segadores comiendo gazpacho”, un panel de gran tamaño.

Ahora vuelve a Madrid. Tenía que haber sido esta exposición en febrero. Este retraso de seis meses, el verano de por medio, ha sido necesario para poder reunir- el pintor tiene necesidad de vender- el conjunto de obras que presenta Quixote.

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Galería Quixote

Plaza de España 11, Madrid

Texto: Federico Jiménez Ontiveros

Imprime: Nuevas Gráficas, S.A.